La Zaranda, Ahora todo es de noche

Teatro inestable de ninguna parte

Se volvieron invisibles, tan acostumbrados ya estamos a verlos, dormitando en los vestíbulos de las estaciones y aeropuertos,
revolviendo en los contenedores de basura, haciendo cola en los comedores benéficos... Los vemos tan lejanos y apenas la cantidad de una
mensualidad nos separa de ellos. Los arrojados por la borda de sus destinos, los náufragos en la oscuridad de un mundo hostil. A veces en
silencio cruzan nuestra consciencia, aunque los evitamos como el beso del leproso, porque su pobreza nos interpela ¿Quién cree que tiene algo para siempre?

Estos mendigos dejan sus huellas en las cenizas de la vida, conservan los rescoldos de una llama antigua, una furia ante el tiempo, que de
alguna manera los entroniza, reyes sin reino, el hombre desterrado entre basuras, sin más luz que la esperanza de una mirada desde el cielo.
¿Quién no ha mendigado algo alguna vez?

Liquidación de existencias, estas consagradas al teatro, consciente de que la noche se acerca, y que lejos de la complacencia, siguen
desnudando su estilo de cualquier retórica, de cualquier ropaje estético, buscando pervivir en la tensión y el riesgo de la creación,
que sigue reflexionando en lo que han sido sus constantes: las devastaciones del tiempo, la crítica a la desertización espiritual, el
escenario como asedio vivencial.